Los Kirchner están en el horno

La reacción desbordada del matrimonio Kirchner ante las revelaciones del proceso judicial que se inició en Miami en vinculación con la valija de Antonini Wilson, simplemente demuestra que la pareja espera noticias aún peores en los próximos días.
No sería la primera vez que el verbo antiimperialista es usado para disimular las fechorías económicas de las camarillas nacionalistas. Defienden sus cajas fuertes al grito de Patria, sí, Colonia, no.
Los Kirchner, sin embargo, no solamente están en deuda por haber dejado salir del país, en su momento, al venezolano-norteamericano que ahora piden que les devuelvan, sino que tampoco han explicado los trajines de la plata de Santa Cruz, el caso Skanska, el paquete de Miceli, por no mencionar los otros manejos de Jaime y De Vido, o el uso económico de los superpoderes por parte del jefe de Gabinete.
El dúo oficial esgrime como una espada justiciera el pedido de extradición del fugitivo que ellos dejaron escapar, cuando el poder judicial de Argentina todavía se encuentra atorado con la estafa de IBM-Banco Nación, que lleva una década, o con los asesinatos de María Marta García Belsunce o de Nora Dalmasso, que involucran a sectores del poder político y económico. La concepción jurídica del oficialismo se encuentra plasmada en el copamiento de todos los poderes del Estado en su provincia de origen, o la cooptación del fiscal del caso Skanska al Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires.
El próximo embajador en espera ante el gobierno Bush, Héctor Timmerman, no tuvo reparos en hacer pública su convicción de que las cosas van a ir peores de aquí en más — una forma de admitir que los fiscales norteamericanos guardan en carpeta denuncias de un calibre todavía mayor. Es significativo que el brasileño Lula haya decidido contradecir a la Presidenta K, en la reciente reunión del Mercosur, en Montevideo, en cuanto a la responsabilidad que la mandataria argentina le achaca a los Estados Unidos. La corresponsal de Clarín en Río de Janeiro acaba de revelar el trabajo entre bambalinas realizado por la cancillería brasileña para ‘animar’ a Kirchner y a Chávez a arruinarle la visita a Bush en Mar del Plata en noviembre de 2004, con el propósito de que no se firme un Alca, pero el gobierno brasileño no da ahora la impresión, sin embargo, de creer que en el caso de la ‘valija’ se encuentre en juego la soberanía nacional.
La prensa del país le viene reclamando al gobierno, al unísono, que negocie un encubrimiento del caso con el gobierno norteamericano, preocupada por el crédito internacional del Estado argentino, cuya deuda externa es enorme y tiene pendiente un arreglo con el Club de París. Después de todo, la Justicia y el gobierno de Estados Unidos son probablemente los más venales del mundo, con sus testigos arrepentidos, sus fianzas según la clase social del acusado, su tolerancia con la tortura (una) y la promoción del tormento (el otro) y hasta la protección de maxi-terroristas, como el ‘gusano’ Posada Carriles — que asesinó a más de setenta personas con una bomba en un vuelo de línea. Pero el matrimonio no la ve de esta manera, porque no puede despegar el asunto del gobierno de Chávez, con el cual Bush probablemente no quiera ninguna negociación.
¿Los trabajadores deberíamos estar interesados en que el ‘valijazo’ sea llevado hasta sus últimas consecuencias políticas, o sea hasta el castigo y la destitución de todos los implicados — o sea una buena parte de la camarilla oficial? Claramente sí. El encubrimiento es funcional a un acuerdo político del gobierno argentino con el de Bush, el cual sería definitivamente anti-nacional. Esto ya ha ocurrido con el ataque de Kirchner a Irán en la ONU y con la firma de un tratado de libre comercio del Mercosur con Israel. Bush no le paga a Kirchner con su propia moneda: lo acompaña para pedir la extradición de los iraníes imputados por el fiscal Nisman, pero no le devuelve a Antonini, porque éste se ha transformado en testigo privilegiado y protegido contra los boliburgueses acusados de representar a una potencia extranjera y de coaccionar a un ciudadano estadounidense. Al permitir que la Aduana y la Policía Aeronáutica convirtieran a Antonini en un ‘prófugo’ — como ahora lo describe Néstor K—, con la finalidad de encubrir al presidente de Enarsa y al ladero de De Vido que venían con él, los Kirchner les han dado a Bush la carta que ahora, muy tarde, le quieren sacar del mazo.
Doble poder
La flamante Presidenta ha sido generosamente elogiada por su capacidad para discursear sin necesidad de un texto escrito, con la excepción de los editorialistas de La Nación. Más le convendría agarrar la Olivetti. Es que en solamente 48 horas se desdijo de las promesas que desparramó en su discurso inaugural.
La que no iba a ser “gendarme de la rentabilidad de las empresas” inauguró sus acciones mandando a Moreno a proteger las ganancias de la industria láctea, que es la gran vaca lechera del negocio. Sin embargo se encontró con la novedad de que cuando quiso imponer un precio mínimo a los tamberos, éstos consiguieron los buenos oficios del santafesino Binner para arbitrar un acuerdo entre las partes. En un par de días el poder se desplazó a la casa de gobierno de Santa Fe, que ahora recibe el apoyo del cristinista cordobés Schiaretti. Alguien ha dicho en un diario que hasta han visto a Moreno deprimido. Es la sensación natural del que ve la fragmentación incipiente del poder.
La dispersión del poder político no significa que la crisis lechera se esté resolviendo en favor de los trabajadores. Para esto es necesario que la industria y los grandes tambos abran sus libros y se establezca un control de la producción por parte de los trabajadores. Se trata de un alimento imprescindible, que por este motivo tiene un enorme impacto político.
La otra promesa, de no meterse en internas sindicales, tuvo el mismo destino que el desinterés por la rentabilidad. Cristina K. se fue a Mar del Plata a fogonear la candidatura de Gerardo Martínez, de la Uocra, para reemplazar a Moyano. El gordo de la Construcción le devolvió la gentileza 48 horas después con un corte de calles en la Capital, que paralizó el tránsito durante cuatro horas. Martínez se valió de métodos moyanistas para promover su candidatura. Aunque tenía toda la razón para lanzar los piquetes, esto porque los accidentes de trabajo en las obras no paran de crecer, se olvidó de que la principal responsable es la burocracia de la Uocra, estrechamente ligada a las patronales. Lo que está claro, de todos modos, es que la lucha por la jefatura de la CGT expresa otra fragmentación del poder oficial.
En estas condiciones, las paritarias del año que comienza se van a convertir en víctimas de las disputas entre camarillas burocráticas y de la ingerencia del gobierno. Para luchar contra esto es necesaria una campaña por paritarios electos en asambleas o congresos con mandatos, que prefigurarían una futura auténtica dirección de los sindicatos.
Cuando parecía que ya no había nada que agregarle a la catarata de calamidades oficiales, el marido de la Presidenta se largó a apoyar a otro protagonista del post-moyanismo, Lingeri, con tan mala fortuna que dejó ver que aún tiene las riendas del poder político. Su arenga contra los fiscales norteamericanos opacó cualquier cosa que hubiera dicho su mujer y lo puso en la posición de piloto del enfrentamiento. Se ha oficializado de este modo un poder bicéfalo en el medio de una crisis política internacional. Oportunamente, habíamos advertido sobre los peligros de cambiar de caballo en medio del río. El nuevo gobierno ha debutado con una crisis política que va cobrando cada día una envergadura mayor; y hasta D’Elía quiere atreverse a armar su propia vereda de enfrente. En otro terreno, las malas lenguas aseguran que Scioli ha formado un gabinete que es mal visto en la Rosada y al que ésta pretende hacerle la vida imposible con su Liga de Intendentes. A esto hemos llegado luego de la victoria Sin Vueltas de Cristina K. el pasado 28 de octubre.
Llamamos la atención de los trabajadores acerca de esta disgregación del poder oficial, y mostrar con ello la importancia que tiene que las diversas corrientes combativas impulsemos una agitación común por un plan de lucha único de toda la clase trabajadora — como lo señala acertadamente la declaración que se leerá en Plaza de Mayo el 20 de diciembre.
Un gran movimiento de reivindicaciones
Este cuadro de crisis por arriba se desarrolla cuando, por abajo, hay una enorme presión reivindicativa. El tema del doble aguinaldo ha calado hondo; no hay sindicato que haya podido sustraerse al reclamo. Está presente, muy fuerte, por ejemplo, en la UOM, Foetra o Neumáticos. Ha sido el eje del paro del subte. Un síntoma de la temperatura que reina en el movimiento obrero lo ofrecen los trabajadores del Casino, que han logrado desbaratar todas las maniobras de la patronal más cercana al albergue oficial, la de Cristóbal López. Asimismo, hay que destacar que el piquetazo de la Uocra del miércoles pasado es la expresión de un fuerte descontento interno debido a la frecuencia y gravedad de los accidentes de trabajo. La flexibilidad laboral los ha convertido en una plaga mundial; hace diez días desató una huelga general en Italia y una conmoción en todo ese país. El gobierno de los Kirchner se caracteriza, muy especialmente, por un temor que raya en el pánico cuando se trata de movimientos sindicales generalizados en las bases. El espíritu reivindicativo en el movimiento obrero es uno de los factores centrales de la actual situación política.
Es incuestionable, entonces, que la cuestión de las paritarias próximas ocupa un lugar central. Planteamos a todas las corrientes que se basan en la lucha del movimiento obrero a lanzar una campaña de anteproyectos de convenio que recojan la decena de reclamos fundamentales. Los accidentes de trabajo, la higiene y la cuestión ambiental deben ocupar el lugar fundamental que merecen. Ellas plantean el control obrero sobre el conjunto de las condiciones de producción y de los lugares de trabajo.
Crisis mundial
Las manifestaciones de licuación de este régimen de camarillas tienen lugar cuando se acentúan las tendencias a la bancarrota bancaria internacional. Celebramos un nuevo aniversario del 19 y 20 con el monstruo de una conocida que caracolea por Nueva York, Londres, Frankfurt y Hong Kong-Shangai: la bancarrota bancaria. Los bancos centrales están empeñados en desarrollar un ‘blindaje’ a la Cavallo —con las mismas consecuencias. El ‘riesgo-banco” ha reemplazado al otrora “riesgo-país”; el del Citigroup, por ejemplo, ya está arriba de los 400 puntos. El ego nacional no podría sentirse mejor retribuido cuando nos estamos convirtiendo en un fenómeno de anticipación. En la City británica ya están pidiendo la nacionalización del Northern Rock — el banco que juntó una corrida de ahorristas hace dos meses. El gobierno de China, por su lado, debe estar buscando algún falsificador de estadísticas; tal es el avance de la inflación por esos parajes. Alan Greenspan, el antiguo presidente del banco central de Estados Unidos, acaba de precisar que las crisis son inevitables — lo único que puede hacerse es lidiar con ellas después que estallan y destruyen. Hasta hace poco aseguraban que la globalización y la “dispersión del riesgo” habían abolido, esta vez sí definitivamente, la crisis capitalista. Greenspan añade que el desbarajuste empezó como consecuencia de la enorme tasa de ahorro de China, lo que implica que van por una confiscación (también) de los ahorros de los chinos.
El ‘modelo productivo’ no podrá escapar a las sacudidas. Ya la Bolsa de Sao Paulo viene recibiendo embates cada vez mayores, como consecuencia del retiro de los capitales especulativos que financiaron lo que — en todo momento— ha sido una ‘burbuja’ a escala brasileña. No hablemos de lo que va a ocurrir con el tan ponderado ‘modelo chileno’, ahora que sabemos que las AFJP trasandinas tenían invertidas las contribuciones obligatorias de los trabajadores en bonos ligados al crédito hipotecario de Estados Unidos. La perspectiva catastrófica por este lado debería estar fuera de discusión.
Por otro lado, tenemos el agotamiento de las direcciones de los procesos nacionalistas. La derrota de la reforma constitucional en Venezuela; la fragmentación del poder en Bolivia; la represión petrolera en Ecuador. Todo esto, insistimos, en un marco de debilitamiento del capitalismo mundial y en un marco en que las masas populares son espoleadas a la lucha por la crisis en curso, por las demandas insatisfechas, por la impotencia de las direcciones políticas que pretenden encarnar sus intereses. La crisis de estos días del gobierno matrimonial es un reflejo difuso de este conjunto de factores.
Los luchadores de la clase obrera enfrentamos una gran responsabilidad. Para intervenir en una crisis de conjunto, que conjuga una crisis del capital con un espoleo de la revolución latinoamericana, es necesario concentrar las energías políticas. El partido político es, precisamente, un condensador de las energías políticas de la clase obrera, el instrumento para luchar por el poder del Estado.
Jorge Altamira