Después de la victoria contra el tarifazo

La anulación de los últimos tarifazos de la luz y el gas no sólo constituye una victoria popular. Delata también el completo empantamiento del gobierno y del ‘establishment’ opositor. ¿No era, precisamente, el elenco sojero el que reclamaba la necesidad de ‘transparentar’ la economía y acabar con los ‘subsidios irracionales’? En este sentido, el tarifazo puede anotarse, junto a la suba ‘escandalosa’ de los títulos públicos, como un ‘genuino’ resultado del ‘diálogo político’. Pero ahí metió la mano la reacción popular: el tarifazo se anuló cuando oficialistas y opositores empezaron a sospechar del merodeo de una rebelión desde los barrios. Se trata, sin embargo, de una anulación parcial, que voltea solamente el cargo específico que financiaba la importación de gas. Oficialistas y ‘contreras’ mantuvieron el resto del aumento de la tarifa. Cuando deban discutir, dentro de un par de semanas, el Presupuesto 2010, volverán a toparse con el problema, pues deberán ponerse de acuerdo en un plan para eliminar los subsidios –y no solamente a la energía. Los ‘críticos’ de los K atribuyen a esos subsidios el déficit fiscal que impediría continuar pagando la deuda externa y atraer financiamiento de afuera para rescatar, en Argentina, a los capitales afectados por la crisis mundial. En lo inmediato, como consecuencia de la anulación del tarifazo, el Estado deberá restituir 500 millones de pesos en subsidios al consumo de energía.

El tarifazo, sin embargo, sigue en pie, más allá de los referidos cargos fijos; se lo estima del orden del 40 y 60% para el gas y la luz. Los bloques opositores y los jueces nunca se opusieron a estos otros aumentazos. Tampoco lo hicieron con los “programas de energía” que aumentan las tarifas cuando se supera un equis consumo. Es que la burguesía –y sus representantes oficiales y opositores– apuntan a la “liberación del mercado de energía”, sin subsidios ni “cajas especiales”. Pocos denuncian que las petroleras exportan el gas a Chile a precio argentino a sus propias sucursales, que lo revenden al precio chileno, cinco veces superior. Ese diferencial es un ‘gesto’ de los socialistas de Chile y los social-justicialistas de Argentina hacia los pulpos petroleros.

Todas las facturas juntas

Aunque la oposición patronal lo celebre como una victoria propia, el recule oficial puso sobre la mesa un estado de convulsión social que recién comienza. Por ejemplo, el pulpo Metrogas acaba de amenazar con la cesación de pagos si el gobierno no le autoriza un aumento en la “tarifa de distribución”, que ya se encuentra resuelto en los papeles. Lo mismo ocurre con el transporte público: para reducir a la mitad los subsidios que reciben, se debería disponer un boletazo del 50%.

Pero a no engañarse: el cargo fijo se suspende, pero las compañías seguirán recibiendo ingresos muy superiores al costo de producción de los combustibles, por medio de los subsidios. El pueblo pagará la factura por vía de otros impuestos o de la inflación. En el sur del país, los obreros petroleros se encuentran empeñados en una huelga durísima y firme, porque los pulpos no quieren reincorporar despedidos ni aumentar salarios a pesar de que el gobierno les aumentó el gas en boca de pozo. Aunque esos aumentos estuvieron asociados a “compromisos de mayor exploración y extracción”, la producción de gas viene cayendo año a año.

Los sojeros retienen la cosecha en silos bolsa y los petroleros retienen el combustible bajo tierra. La chorrera de subsidios que reciben se transforma en fuga de capitales. La huelga general de los obreros petroleros es la manifestación más profunda de un proceso subterráneo de rebelión popular. El ‘establishment opositor’ está observando con espanto lo que les espera si se apresuran en llegar al gobierno.

Golpe

En una reciente reunión con la UIA, Aníbal Fernández creyó oportuno aclarar que “no subsidiamos el transporte, sino a la fuerza de trabajo” (Cronista, 30/7). Explicó, así, los subsidios como un método de abaratamiento de la fuerza de trabajo para el capital industrial. Pero este ‘modelo’ se terminó. Para amortiguar el impacto de un tarifazo, el gobierno debería permitir una revalorización del peso, lo que aumentaría el valor de las tarifas en dólares para las compañías. Pero esto pondría fin al subsidio a los exportadores, que tiene lugar por medio de una moneda desvalorizada. En una palabra, el ‘modelo’ no tiene ajuste –sólo puede pasar a mejor vida a través de un estallido; las contradicciones internas al interior de la burguesía se acentuarán más. La crisis mundial en curso ha acentuado los desequilibrios del derrumbe de 2001. El ‘establishment opositor’ se candidatea a pilotear la transición de la mano del FMI, aunque los K ya anunciaron que pretenden ganarles de mano.

Asistimos a la etapa final de una crisis que, desde el punto de vista político, confronta a dos polos de la misma clase capitalista. Para sacarla de esta impasse, es necesario multiplicar los esfuerzos por una organización política independiente de los trabajadores, y acentuar la lucha contra la burocracia de los sindicatos, que es el principal obstáculo para ese propósito.

Es lo que acaba de mostrar el conflicto metalúrgico y lo que muestra ahora la gran huelga de los obreros petroleros de Santa Cruz.

Marcelo Ramal