¿Cómo llegar a un acuerdo con el FMI sin enfrentar de inmediato un programa de ‘ajuste’ que haría explotar de nuevo a Argentina? Una respuesta la dio hace un par de días Mario Blejer, ex Banco Central, ex Banco de Inglaterra y ex FMI. ‘Recomendó’ comenzar con un acuerdo sobre “las revisiones y diagnósticos periódicos” sobre la economía argentina. Por distintas vías, el gobierno había dejado ver que seguiría el consejo de Blejer. Esta política de ‘aproximaciones sucesivas’ es la que acaba de anunciar en forma oficial Amado Boudou. Los K marchan a la cueva del FMI, en rodajas.
El monitoreo del Indec, por parte del Fondo, sería el primer paso del “chequeo”. Este solo hecho habilitaría las negociaciones de la deuda con el Club de París y con los bonistas que no entraron en el canje del 2005. Luego, el gobierno intentaría el canje de la deuda pública indexada en pesos por otros títulos, sin ajuste pero con alto rendimiento. De este modo, el kirchnerismo trataría de cumplir con la exigencia unánime del capital financiero y la gran burguesía de retornar al “mercado voluntario de crédito”, o sea, reiniciar un ciclo de endeudamiento con el capital financiero internacional. Es la línea, también, de la llamada oposición. Para que este esquema funcione en la práctica, el gobierno debería realizar un ajuste fiscal -lo que se apresta a hacer el mes que viene cuando se discuta el Presupuesto 2010. Después de lo ocurrido con el reciente tarifazo frustrado, la cosa no es fácil. Al cierre de la edición de Prensa Obrera se profundizaba la huelga petrolera en Santa Cruz y comenzaba una en Tierra del Fuego; los obreros rurales cortaban rutas en el Alto Valle; Mahle, Terrabussi y Bosch protagonizaban movilizaciones; la casa de gobierno de Chaco estaba cercada por miles de piqueteros -y después, lo de siempre: huelgas de ATE y municipales en Neuquén, Córdoba y en otras numerosas ciudades. La comisión interna de Terrabussi reclamaba, en un comunicado, una huelga general a la CGT y a la CTA.
Las negociaciones para ‘volver’ al Fondo, sin embargo, son instructivas por otros motivos, pues ayudan a explicar la súbita incapacidad de la oposición sojera y afines para reunir los votos necesarios para quitarle la delegación de poderes al matrimonio. Es que nadie avanza en una negociación con el FMI sin la luz verde de USA, y nadie voltea gobiernos que USA no quiera voltear -como lo acaba de volver a probar Honduras en sentido inverso. Los lectores de Prensa Obrera recordarán que el destino del mismísimo De la Rúa fue decidido en marzo de 2001, en una reunión del FMI en Chile- por orden del mandamás de entonces, Bush. Obama parece ver las cosas de otra manera, como ya se lo había dicho hace un par de meses su subsecretario Shannon a Alberto Fernández, poco después de la salida de éste del gobierno. Lo que ocurre es comprensible, porque si ya es difícil manejar el golpismo hondureño, hacerlo con dos podría ser fatal. También hay que reconocer que Cristina ‘ayuda’, con su posición ‘constructiva’ frente a las bases militares en Colombia. ¿O acaso no desplazó la reunión de Unasur de Buenos Aires a Bariloche, precisamente para desinflar la presión de una movilización popular? De todos modos, esto no es más que un interregno: otro será el cantar cuando esta ‘aproximación sucesiva’ al Fondo fracase, por las miles de razones que hay para que ello ocurra. Cuando el lunes pasado, la Bolsa de Shangai se fue a pique y sembró alarma de otra ‘recaída’ financiera internacional, muchos observadores señalaron que se disipaba el ambiente propicio para un canje de deuda y, por lo tanto para este acercamiento al FMI en puntas de pie. Mientras tanto, sin embargo, desde el norte le han quitado oxígeno, por un par de meses, al balón de los Biocati, De Narváez y Reutemann. Los ‘destituyentes’ no conquistaron aún su auxilio internacional.
Cuanto mejor, peor
El acuerdo a hurtadillas con el Fondo, sin embargo, no atenúa sino que acentúa la crisis política. Refuerza la tendencia del gobierno a imponer sus propios arbitrajes en los conflictos que dividen a la burguesía argentina y, por lo tanto, a nuevos choques. Los afanes ‘dialoguistas’ de la UCR, acicateados por la nueva administración norteamericana, tampoco han redundado en la obtención de concesiones por parte del oficialismo, que concede menos porque cree tener la carta internacional de su lado. El Consejo Económico y Social se encuentra en ‘stand-by’. La falta de una estrategia, que la prensa le achaca a la oposición, obedece a que no puede armar una alternativa de poder mientras el imperialismo no la autorice. Todo este impasse por arriba va camino a convertirse en un castillo de naipes como consecuencia de la crisis mundial. De nuevo, lo ocurrido entre le viernes y el lunes pasado en las Bolsas hace sonar las alarmas. Que China haya estado en su centro pone de manifiesto que los planes de ‘estímulo’ de su gobierno han creado una nueva burbuja financiera encima de la que aún no fue desmontada, ni nunca lo será. La elogiada performance de China, en los últimos meses, le ha dado buenos réditos a algunos especuladores, pero ha acentuado todos los desequilibrios que provocaron el estallido de la bancarrota capitalista -- en especial con Estados Unidos y con referencia a la capacidad excedente de su industria por medio de un mayor endeudamiento. Todo esto quiere decir que Argentina no encontrará en el mercado mundial los recursos financieros para su propio rescate, y que tampoco ocurrirá eso con las exportaciones. La recuperación del precio de la soja solamente ha servido para acentuar la crisis de las producciones alternativas del campo y, por lo tanto, la crisis agraria en su conjunto.
Lo principal, de cualquier manera, pasa por casa. La cuestión de la pobreza no desató las pasiones de los curas y de los políticos por razones humanitarias, ni menos aún porque sirviera para mostrar ‘lo malos’ que son los Kirchner, o el fracaso del ‘productivismo’, o qué “hicimos con el ‘crecimiento chino’ de los pasados años”. El derrumbe social de las masas desató simplemente el pánico por un nuevo ‘estallido social’, para una burguesía que se ha dado a la tarea de proceder a otro ‘ajuste’ -el décimo en treinta años.
Jorge Altamira