La muerte súbita del ex presidente Néstor Kirchner conmociona por su condición de jefe político incuestionable del gobierno actual. Tiene lugar en la misma semana en que se produjo el crimen político contra Mariano Ferreyra y cuando la investigación de este crimen ocupaba el centro del escenario político. Es imposible no pensar que la crisis desatada por este crimen, que caló hasta el hueso del régimen político, no haya cobrado un precio elevado sobre la salud deteriorada del ex mandatario. No sería la primera vez que las contradicciones insuperables de una política y de un régimen político se cobren la vida de su articulador. La lucha encarnizada por los despojos políticos del ex presidente ya ha comenzado: los papeles de las acciones de los pulpos argentinos en Nueva York han tenido un ascenso espectacular en los pocos minutos que siguieron a la muerte de Kirchner. El capital es despiadado: presiona para que los cambios políticos que provocará la muerte de Kirchner sirvan para acentuar la política de acuerdos con la banca internacional, de la que busca -como ya ha conseguido con los bonos argentinos- redituar enormes dividendos. La burocracia sindical, por su lado, intentará cambiar el escenario que la tiene como responsable del patoterismo asesino y de la entrega de derechos laborales, y posicionarse para ocupar el centro de la sucesión política. Advertimos al pueblo acerca de la crisis política que desata esta muerte súbita, así como de sus protagonistas e intenciones, para que podamos asumir una posición clara y lúcida de defensa de nuestros derechos sociales y políticos -en especial, recuperar los sindicatos y desarrollar una alternativa propia de la clase obrera.