Los diarios del miércoles, ¡incluso los oficialistas! (por ejemplo Página/12), no ahorraron su indignación ante las características que tuvo el cambio de gabinete: “autismo”, “enroque”, “más de lo mismo” fueron los epítetos que acogieron la noticia. Los más perturbados fueron los especuladores de la deuda pública, que esperaban una ansiada cesantía de Guillermo Moreno para apostar por la suba de la cotización de los bonos del Estado. Desde principios de año, la especulación con los títulos públicos dejó ‘rendimientos’ superiores al ciento por ciento.
En lo esencial, el nuevo gabinete pone de manifiesto que el gobierno ha decidido aferrarse con más empeño en ordeñar todavía más a la Anses, sea para pagar la deuda pública como para subsidiar y financiar a los grandes capitales en crisis. Amado Boudou, el nuevo ministro de Economía, ha sido –como jefe de la caja de los jubilados– quien convirtió a la Anses en una gran AFJP estatal. Se jacta, además, de invertir mejor la plata de los jubilados de lo que lo hacían los fondos privados. El sistema público, sin embargo, es un sistema de reparto, no de capitalización; es decir que no debería depender de la ‘calidad’ de las inversiones que se hagan con su dinero. El fracaso de las AFJP está vinculado con la anarquía de las operaciones capitalistas, sin que para ello importe si el inversor es ‘público’ o ‘privado’. El canje, por parte de la Anses, de letras del Tesoro, con plazos de medio año, por bonos que vencen en 2016 no testimonia una mejor gestión del dinero sino el vaciamiento a que está siendo sometida la Anses en beneficio de los capitalistas.
No es casual, entonces, la catarata de elogios con que refrendó la UIA la reunión que mantuvo con el mandamás de la Afip, en la cual obtuvo la promesa de cancelación de supuestas deudas del Estado con los industriales y los exportadores, sin la correcta investigación de su legitimidad –o sea de sub-facturaciones de exportaciones, sobre-facturaciones de importaciones y operaciones de fuga de capitales. La UIA es partidaria de ordeñar a la Anses hasta el último mango; lo otro que le interesa es que se mantenga la suspensión de las paritarias y que los aumentos de salarios sean mínimos.
La teta de la Anses, sin embargo, solamente puede ser exprimida si ocurre lo mismo con otras tetas, pues la crisis del capital privado es enorme: el Banco Central acaba de revelar que el endeudamiento privado no financiero es de cerca de 70 mil millones de dólares, con plazos promedio de vencimientos de un año y medio. Por eso, el ‘enrocado’ Boudou ya está pergeñando la madre de todos los ajustes –o sea, los tarifazos. Los ‘autistas’ quieren recuperar el superávit fiscal para pagar la deuda pública, por medio de un alza generalizada de precios de los servicios que hoy funcionan subsidiados.
Por cierto que todo esto solamente significa ganar tiempo, ¿pero qué otra cosa hacen los gobiernos capitalistas en el marco de una bancarrota sistémica? El gobierno quiere un acuerdo con el FMI, pero para eso quiere, primero, hacer un ajuste en sus propios términos (tarifazos) y negociar acuerdos con el Club de París y con los acreedores que no aceptaron la renegociación de la deuda en 2003. Según diversas informaciones, ya habría designado a la banca francesa Lazard Frères para encarar un acuerdo con el Club de París.
Ahora bien, sin Congreso adicto, sin PJ, sin ‘transversalidad’ y sin aceptación del progresismo (Solanas anunció futuros acuerdos con los sojeros Binner y Luis – Iveco – Juez), a los K sólo les queda como recurso de gobierno la burocracia de la CGT – incluso si debe chocar con la burocracia de Yasky, de la CTA. Por eso, le ha dado a un moyanista el control de Aerolíneas y, lo que es más importante, fulminó en 36 horas el nombramiento de un agente de las prepagas de Tucumán en la función de distribuir los excedentes de las obras sociales, donde terminó poniendo a un pollo del camionero. La tarea de Moyano y de Caló, de la UOM, es asegurar que los aumentos salariales salgan a satisfacción de las patronales y buscar una tregua con Techint.
El abroquelamiento de fuerzas de parte del gobierno también ha obedecido, con seguridad, al desarrollo de la crisis en Honduras, cuyo golpe es parte de una acción continental contra los países más o menos alineados o relativamente desalineados con el chavismo, entre los cuales se encuentran los K. Pero con este abroquelamiento, lo único que se propone el gobierno es sobrevivir mediante concesiones al conjunto del capital nacional e internacional –de ningún modo encarar un nuevo comienzo. El gobierno K marcha derecho hacia una crisis final (la derrota electoral del domingo 28 ha sido la penúltima posta del calvario kirchnerista).La bancarrota capitalista es más grande que los recursos y la capacidad política de los K. Las contradicciones dentro de la burguesía argentina operan como un límite para que opere en un frente único. Un ‘modelo’ sojero-exportador pondría fin a numerosos sectores capitalistas que dependen del mercado interno (produciría una valorización del peso y el abaratamiento de las importaciones). De todos modos, el precio internacional de la soja ha vuelto a la baja, como consecuencia de un cambio de tendencia de la especulación internacional. En las pasadas 48 horas, varias entidades patronales han repetido que no sería conveniente tocar las retenciones a la soja y que habría que limitarse a destrabar la renta para el trigo, la carne y la leche. La propuesta de los chinos de comprar una parte de YPF ha vuelto a poner al desnudo la fragilidad de Repsol, cuyos principales accionistas se encuentran en una carpa de oxígeno, alimentada por Rodríguez Zapatero, para evitar la quiebra. Todo el régimen energético de Argentina se encuentra en bemoles -pendiente de enormes deudas contraídas por el Estado con las generadoras.
Una lectura somera de los diarios, después de las elecciones, permite observar que lo que único que se discute es la agenda de los capitalistas -incluso Solanas ha coincidido en que lo prioritario es echar a Moreno “para dar certeza a las inversiones” (así se expresa el campeón de la defensa nacional de los recursos naturales). Sin embargo, la agenda de los trabajadores es más urgente que nunca: hay dos millones de desocupados (14% de la población activa); en el sur hay un gigantesco lock-out petrolero y una tendencia a la insurgencia gremial; los dos grandes ingenios azucareros de Salta están en huelga general; las fábricas que cierran no encuentran salida, salvo la victoria de los compañeros de Cive, del vidrio, en Córdoba; los salarios no se han recompuesto de la inflación; finalmente, las consecuencias sociales y económicas de la gripe porcina son devastadoras para los hogares humildes.
Tiene más vigencia que antes el planteo de que la crisis capitalista la paguen los capitalistas, y en primer lugar que se suspenda el pago de la deuda pública para aplicar los fondos a las necesidades que plantea la pandemia. Asimismo, necesitamos defender a muerte las paritarias, que en su mayoría han sido postergadas para la segunda parte del año. Las patronales quieren acabar con ellas y volver al régimen laboral de Menem-Cavallo.
Jorge Altamira