Otro "voto no positivo" - El penúltimo

La derrota contundente del kirchnerismo, el domingo pasado, es una expresión del completo impasse al que ha llegado el régimen político actual como consecuencia de la bancarrota capitalista y del agotamiento de su política económica. A partir de esto, la derrota es la expresión del cambio de frente de la 'burguesía nacional' que había defendido el 'modelo productivo' (moneda y salarios devaluados) desde el gobierno de Duhalde en adelante. O sea que a la patronal agraria, que rompió con el gobierno el año pasado, se sumaron los otros componentes del capitalismo nativo para precipitar este desenlace. En ocasión de la Resolución 125, el gobierno renunció a sus facultades para decidir la tasa de las retenciones a la exportación, para llevar el arbitraje del conflicto agrario al Congreso. Perdió como consecuencia del 'voto no positivo' de Cobos. Un año más tarde, volvió a renunciar a su mandato para gobernar, esta vez para someterse al arbitraje de un plebiscito mediante el adelantamiento de las elecciones. Volvió a perder, pero en una escala social y política más amplia. El gobierno, al que todos coinciden en calificar como malevo y prepotente, se ha caracterizado, al revés, por una manía a recular en cada oportunidad en que ha tenido que enfrentar una crisis política. Se ha quedado sin oxígeno – es un gobierno interino, con una duración incierta. Si pretendiera superar estos límites, será puesto en la calle por otro 'voto no positivo' definitivo. La votación en el Congreso, el año pasado, dejó a los K sin vicepresidente; la del domingo pasado dejó al gobierno bicéfalo sin la principal de sus cabezas.

Cambio de frente

La base económica de la derrota oficial es la incapacidad financiera del Estado para socorrer a la clase capitalista. Por eso, todos los medios sociales capitalistas, incluidos los que aún siguen en el oficialismo, reclaman tirar la toalla ante el FMI. El recurso a la Anses, luego de la nacionalización de las AFJPs, se ha agotado. Los K, con sus préstamos y socorros a las empresas capitalistas mediante la utilización de los aportes jubilatorios, transformaron a la Anses en una AFJP estatal, que en lugar del régimen de reparto quiere funcionar como un sistema de capitalización. Pero para esto habrían necesitado que el conjunto de la burguesía los acompañara en el financiamiento de la economía (y con ello el capital internacional) –lo cual de ningún modo ha ocurrido, precisamente porque nacionalizaron a las AFJP. Como consecuencia de esto vino la ruptura de la UIA y de Techint con los K, que usaron como pretexto la nacionalización de Sidor, por parte de Venezuela. La burguesía nacional, que Kirchner se había propuesto 'reconstruir', acabó solicitando la sociedad con la Mesa de Enlace, la recreación de la coalición patronal de 'los 8' y el voto por la oposición. Esta escisión se manifestó al interior del propio oficialismo: en "Los mensajes de la elección de ayer", el ultra K Aldo Ferrer plantea la necesidad de defender "la moneda, las finanzas públicas y los pagos internacionales" (Bae, 29/6), o sea recurrir al FMI y largar los tarifazos. También reclama, como toda la clase capitalista, la 'normalización’ del Indec, no para aumentar salarios (por supuesto), sino para restablecer la indexación de la deuda pública. Es el mismo reclamo del conjunto de la burguesía. Esta dislocación de la base del gobierno se manifestó abiertamente en el campo político: el justicialismo se dividió en todos los distritos, los gobernadores afines marcaron las distancias, y el aparato de intendentes del conurbano se aseguró el voto para sí y dejó colgada a la lista de los candidatos 'testimoniales' a diputados encabezada por su jefe.

La votación del domingo pasado ha expresado la reacción del conjunto del organismo social frente a la parálisis económica y el agotamiento del gobierno. Pero la dirección de esa reacción la ha establecido la burguesía, que quiere un cambio de frente en la gestión del Estado (mientras el PO planteaba que "la crisis la paguen los capitalistas", el electorado ha encargado a los capitalistas la salida a la crisis, algo que comprobarán en la práctica en las próximas semanas). La claridad de este fenómeno, o sea el contenido capitalista de la votación del domingo pasado, se encuentra subrayada, especialmente, por la tropa de nulidades que encabezó al bloque opositor: De Narváez, Macri, Carrió, Reutemann. El liderazgo de la oposición es un enorme desierto, o sea que no aportó desde sus personalidades a la conquista del voto. Es en este terreno que pretende prosperar otra nulidad, el gobernador Scioli, con un programa que no necesita explicaciones: "hay que despolitizar la agenda argentina", le dijo a Clarín (30/6). Se trata, precisamente, del programa de un gobierno interino, que quiere comprar el apoyo del capital financiero con una política de ajuste de los gastos sociales y del salario; de los tarifazos para los capitalistas y del acuerdo con el FMI, bajo la máscara de una 'gestión técnica'. El límite de esta política salta a los ojos: en medio de una bancarrota capitalista y de la previsible reacción de la clase obrera y de numerosos sectores de trabajadores al ataque en ciernes, esta 'agenda' supone reemplazar a la 'política' por la judicialización y la represión de la protesta social. Al final, la única calificación que la burguesía le había reconocido a los K hasta el momento era su capacidad para reglamentar el conflicto social por medio de la burocracia de los sindicatos. La crisis política que deja el agotamiento del gobierno de los K significa al mismo tiempo el derrumbe del único arbitraje político que se construyó, después de 2002/3, entre los obreros y la burguesía. Por eso, ahora, la expulsión de Guillermo Moreno del gobierno se convierte en una prueba crucial, puesto que tuvo a su cargo la tarea fundamental de montar los arbitrajes del Estado en todos los terrenos –el último en Massuh. Un cambio de frente de la política económica implica la salida del forjador del Indek, uno de los reclamos principales de los 'lobbys' financieros, agrarios e industriales. Una salida del López Rega comercial del kirchnerismo implicaría, como en el caso de Isabelita, un estallido formal de todas las contradicciones y la suerte terminal del gobierno. Nos encontramos en las vísperas de lo que puede llegar a ser 'la madre de todos los conflictos', el que se anuncia entre los metalúrgicos, por un lado, y Adimra y Techint – que rechazan cualquier aumento salarial– por el otro.

Solanas

En este cuadro, ¿la votación por Solanas representa una reacción contra la tentativa del capital de reencauzar la crisis en sus propios términos, o forma parte del mismo escenario? No se trata, como se ve, de la 'ideología' de Proyecto Sur, cualquiera sea ella, sino de su lugar en la crisis política que ha abierto la elección del domingo.

Aunque Proyecto Sur se define como "una construcción política" se trata, en realidad, de un armado improvisado – que ha estado negociando, hasta las vísperas de la convocatoria electoral, con Ibarra, Sabbatella y Luis Juez, entre otros tantos. Expresa una división, la que existe en la CTA entre sus dos fracciones burocráticas. Ha hecho una gran votación gracias al derrumbe de sus viejos aliados, Ibarra, Heller y Carrió; incluso capitalizó el retroceso del macrismo. No solamente no ha hecho ninguna crítica o caracterización del cambio de frente de la burguesía frente al gobierno, sino que sus principales voceros (Lozano) estuvieron alineados con la Mesa de Enlace –vía Federación Agraria, que integra también la CTA. Lozano caracterizó, el año pasado, que la única burguesía auténticamente nacional era la agraria. Estas características lo ubican como parte de la reacción capitalista a la crisis y como parte del cambio de frente de la burguesía argentina. Su campaña estuvo poblada de promesas de votar todo lo que entendiera como positivo, sea del gobierno como de la oposición.

Lo más interesante de todo son, sin embargo, las declaraciones de Solanas después de los comicios, cuando exigió "como muestras de cambio" las renuncias de Jaime, De Vido y Moreno, y la "normalización del Indec" (La Nación, 1/7) –o sea, precisamente, el eje de los reclamos de las patronales nativas. Como él mismo se encargó de destacarlo, quiere esa 'normalización' para que "los empresarios definan sus inversiones" (palabra por palabra, las mismas razones de los 'empresarios'). Aunque en un orden secundario, también pidió "la prohibición de los despidos por 180 días", limitó la exigencia a "las grandes empresas", cuando seguramente sabe que la legión de despidos se encuentra en las otras. Las 'grandes' se hallan beneficiadas por un régimen de suspensiones financiadas con subsidios oficiales, al que Solanas no hace ninguna alusión; tampoco alude al acuerdo que se perfila oficial y semi-oficialmente con el FMI. Por sus planteos y su función política en el desarrollo de la presente crisis, Proyecto Sur se ubica como el ala izquierda del cambio de frente de la burguesía.

Perspectivas

El derrumbe del kirchnerismo no es un fenómeno local, aunque tiene particularidades intransferibles, por ejemplo su incapacidad para movilizar a las masas o su mayor dependencia de la burguesía local –cuando se lo compara con Correa, Chávez y Evo Morales. El impasse económico es incluso más agudo en Venezuela, por ejemplo, a pesar de los recursos petroleros. El condicionamiento general de todos ellos es la bancarrota capitalista mundial. En todos los casos mencionados, la oposición a los gobiernos nacionalistas la conduce la oposición de derecha, no la izquierda, o sea que el proletariado no ha conquistado una posición independiente. Pero, igualmente esa derecha enfrenta una tarea extremadamente conflictiva, debido a las condiciones de conjunto de la crisis y el grado de desarrollo de las luchas populares. Esto explica la falta de apuro de la burguesía para acabar con el gobierno de los K; un tercer "voto no positivo" hará saltar todas las contradicciones sociales acumuladas. En cualquier caso, está claro que el programa del alineamiento político que triunfó el 28 de junio conduce a una acentuación de la lucha de clases. Por eso, lo más importante, a la hora de un balance de las fuerzas revolucionarias, es establecer el progreso que han tenido entre los sectores más activos de las masas como consecuencia de su agitación electoral.

Para nosotros, el voto ha sido positivo.
Jorge Altamira